Sátira, violencia y denuncia en la escultura de Norberto Gómez: 40 años de historia argentina
Muestra retrospectiva de Norberto Gómez en Fundación Osde.Se inauguró la muestra Norberto Gómez 1967-2008, que incluye una importante cantidad de obras de este artista argentino de importante trayectoria.
Más de 15 años después de la última muestra retrospectiva realizada sobre sus trabajos, tenemos la oportunidad de observar el impactante cuerpo de obra de este artista en su conjunto, desarrollado a lo largo de más de cuatro décadas.
La muestra se halla dividida en una serie de núcleos temporales que nos permiten observar claramente los cambios que la obra de Gómez ha sufrido a lo largo del tiempo. Ya en sus tempranas obras de abstracción geométrica vemos un interés por la metamorfosis, degradación y descomposición de las formas. Al ingresar en la sala vemos obras como Del círculo al cubo (1968) realizada tras su regreso a Buenos Aires, después de haber vivido dos años en París trabajando como asistente de Julio Le Parc, el mayor exponente argentino del arte cinético en el mundo.
Quizás influido por las búsquedas y reflexiones sobre el movimiento que eran moneda corriente en esa época, Gómez se interesará en los conceptos de movimiento sugerido y transformación permanente de la materia en el tiempo.
Los cilindros y prismas en blanco y negro realizados a fines de los 60 irán progresivamente mutando y derritiéndose, hasta perderse por completo en las revulsivas formas orgánicas que se transformarán en las obras-insignia de este artista: esculturas en resina poliéster que semejan tejidos humanos, restos óseos y órganos en descomposición.
Estas obras, realizadas en plena dictadura militar, no han perdido ni un poco de su poder de shock y mantienen intacta su vigencia. Entre 1977 y 1983 creará obras como La Nave, Parrilla I y Crucifixión, evocadoras de un mundo de tortura y muerte, aunque también de resistencia: los cuerpos degradados que exhibe están permanentemente contorsionados, luchando hasta el final por liberarse.
El poder producir estas obras, dotadas de una fuerte carga de violencia, fue también un acto de resistencia del artista ante las adversas condiciones vividas durante los años de plomo. Dirá el artista al ser entrevistado: «Lo traumático, por suerte, lo reinterpreté como un capital». La violencia seguirá estando presente en sus trabajos producidos desde 1983 en adelante, aunque desde otra perspectiva: no muestra los cuerpos torturados, sino las armas con las que la tortura fue infligida. Garrotes, espadas y grilletes abundan por doquier, y, a pesar de ser sólo «cartón pintado» (fueron realizadas en papel, cartón y pintura de aluminio) no dejan de resultarnos amenazantes y recordarnos su capacidad destructiva.
El humor y la parodia serán a su vez otro modo en el que Gómez ejercerá su resistencia y su denuncia frente a los mundos de la corrupción estatal y el abuso de poder. En obras como Trepa, de 1989, vemos unos pequeños hombrecillos que intentan subir a lo más alto de una estructura arquitectónica con una ornamentación semejante a aquella que podemos observar en edificios como el de Tribunales: en los ojos de estos hombres son palpables la ambición y la avidez de poder. Sus producciones de la década del 90 continuarán en la línea del grotesco y lo paródico; consisten en figuras con marcadas reminiscencias teatrales: seres con rostros humanos y alas angélicas integran bustos deformes, bizarros retratos de próceres monstruosos, a modo de parodia de la escultura de héroes y estadistas. En palabras de Ana Batistozzi, curadora de la muestra: «Se trata de la misma mirada socarrona que se afirma una vez más en la escultura para dirigirse nuevamente a la historia argentina, renovando por otros medios la tradición, punzante y lúcida, de la caricatura política».
Toda la historia de nuestro país y los avatares de sus gobiernos, democracias y dictaduras, pueden recorrerse mirando las obras de Gómez, que siempre ha permanecido atento al devenir de los acontecimientos políticos y sociales en la Argentina. El no haberse despegado jamás de los sucesos de su tiempo lo convierte en un artista histórico, pero a su vez, profundamente contemporáneo.