El 15 de octubre se inauguró en la Fundación PROA, la exhibición Dioses, ritos y oficios del México Prehispánico, curada por David Morales y organizada por la Embajada de México en la Argentina.
Esta muestra trae a la Argentina una gran cantidad de obras de cerámica, escultura y arte lítico que fueron realizadas en la zona del Golfo de México hasta 700 años antes de Cristo, en un esfuerzo de producción que involucra a diversos museos e institutos de arqueología, historia y antropología.
Se trata de una oportunidad única para apreciar tesoros de las culturas precolombinas mesoamericanas; pueden verse más de 150 piezas arqueológicas, algunas de ellas nunca exhibidas, recientemente recuperadas. Además de estas piezas, en el primer piso de la Fundación hay una sala enteramente dedicada a la exhibición de fotografías de las excavaciones arqueológicas realizadas en sitios como El Tajín y Cempoala, algunas tomadas entre 1890 y 1895, que constituyen un interesante documento artístico en sí mismo.
Las obras, imponentes, sorprenden por la dedicación con la que han sido realizadas y son testimonios de la verdadera devoción que las culturas prehispánicas depositaban en su arte, o mejor dicho, en sus rituales y su religión, que atravesaban a toda la comunidad y su vida cotidiana.
Este mundo místico de dioses, ritos y sacrificios se ve reflejado en cada una de las piezas exhibidas: observamos desde hachas rituales hasta grandes estelas de piedra talladas en toda su extensión, realizadas con un trabajo y una dedicación que impresiona. Enormes obras en piedra, cuyo peso es difícil de transportar hoy en día, fueron ya movidas y labradas por manos indígenas responsables de dar expresión al cuerpo de la divinidad: en la religión prehispánica las estatuillas que hoy vemos no eran una «representación» de la divinidad, sino la divinidad misma. Será por eso que, por momentos, cuando uno se detiene a mirar fijamente las estatuas de dioses como Tláloc, Ehecátl y Xipe Totec, puede sentir un poco de ese poder amenazante y a su vez generoso, latente en el espíritu de estas rocas milenarias.
Es interesante destacar que incluso se han traído obras de pintura mural, producción sobre la que se conoce poco, ya que no se han conservado muchas piezas. Las aquí expuestas conservan intactos sus colores, como si en los últimos 2000 años de historia nada hubiera sucedido.
La muestra se encuentra dividida en tres ejes: Dioses, Ritos y Oficios, tal como su título lo indica. Además de los Dioses, podemos observar una importante cantidad de piezas de cerámica y alfarería utilizadas tanto para almacenar alimentos como para llevar a cabo prácticas rituales. Grandes vasos pintados conviven con pequeñas ocarinas con forma de animales, estatuas de arcilla y pulseras de hueso. Los anillos, tallados en conchilla y piedras semipreciosas, no tienen nada que envidiarle a la más elegante joyería contemporánea, y las orejeras de piedra turquesa se destacan por su vistoso colorido, de una belleza misteriosa e impactante que realmente nos hacen pensar que fueron hechas para ser portadas por un dios y no por un ser humano.
La cosmovisión prehispánica es radicalmente distinta de la occidental y podemos aprender mucho de ella: en ese mundo dual, la vida y la muerte conviven y son aceptadas por igual. El vínculo con el mundo natural y la tierra, del que surgió cada cuerpo y a la cual se reintegrará en su hora final, es muy estrecho. La muerte no es el fin, sino que contribuye al crecimiento de lo nuevo y alimenta la continuidad de los ciclos.
A diferencia de la actitud que tenemos hacia la naturaleza hoy, en estas culturas la tierra es sagrada y respetada, pues es madre y destino del hombre. Vemos en esta exhibición cuencos pintados con motivos zoomorfos, jaguares, tortugas, perros. El hombre es uno más en el reino de la naturaleza. Por eso, el trabajo constituye una práctica sagrada en el que los recursos se extraen de la tierra para alimentar al hombre, que a cambio devuelve ofrendas en la forma de rituales y sacrificios.
Las obras expuestas en Dioses, Ritos y Oficios del México Prehispánico son testimonios de un mundo Otro que nos resulta difícil de concebir, pero que sin embargo existió y quizás pueda ayudarnos a reflexionar sobre la preponderancia de la cultura occidental. La cultura en que vivimos no ha existido desde siempre y no podemos estar seguros de que siempre existirá, ya que está también sujeta a las constantes fuerzas del cambio y la renovación, ciclos de la vida de los cuales los indígenas mesoamericanos estaban siempre conscientes.
Los testimonios de una cultura virgen y edénica sobreviven en estas rocas, en el color profundo de las piedras preciosas, en la dureza de estas piedras talladas que se niegan a borrarse. Fueron hechas para ser eternas y probablemente vayan a lograrlo.