La música
Ayer, a partir del texto que se publicó en Jennifer acá, volví a ver la película Seven Days in Entebbe, coproducción franco-americano-estadounidense dirigida por José Padilha, estrenada en 2018.Es magnífico lo que uno puede extraer de cualquier relectura, de un libro, de una película, de lo que sea que te haya llegado una vez y después vuelvas a ver, con ojos nuevos.
Los secuestrados en Entebbe fueron 246 civiles, en su mayoría israelíes (los que no lo eran fueron liberados anticipadamente) y 12 tripulantes de Air France.
Cuatro terroristas encabezaron el secuestro, dos de ellos alemanes. Pedían por la libertad de Palestina y la liberación de varios presos políticos, ellos Ulrike Meinhof, quien había muerto en la cárcel en mayo. No se sabe si los secuestradores estaban al corriente : que bueno es que corran más rápido las noticias ahora, ¿no? Algo es algo. En fin, no los distraigo más con hechos históricos, adelantemos la película: en Entebbe, 102 rehenes fueron rescatados con vida. Murieron cuatro civiles, Dora Bloch, Jean-Jacques Mimouni, Ida Borowitz, Pasco Cohen y un soldado israelí.
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Hace rato que estamos en medio de una guerra global (¿quizás desde siempre?) y cualquiera que pueda leer más de un diario se da cuenta que la incursión del 7/10 no está desvinculada del conflicto en Ucrania, y de la guerra ¿fría? entre USA/Occidente y los bloques soviético y chino. De proxy en proxy, como la bendita Internet.
Quizás esta incursión marque además, la intrusión directa de la vena más cruenta del terrorismo cuyo nombre no oso siquiera pronunciar – estuve en París ese 13 de noviembre – y que ya todos conocemos. Abundan los videítos.
Es difícil sobreponerse al shock y decir algo coherente, pero creo que escribo a partir de un poema que leí de una amiga, que estaba en un estado emocional tal que me impresionó. Me llegó. Me hizo compartir su dolor, gracias al talento de su pluma. Y escuché.
Até los cabos de mis cables pelados y fluyó la electricidad de la escritura.
El 7 de octubre algo en el mundo se rompió. Y en Argentina la ceguera pre-electoral aparentemente facilita hacerse más que nunca los tontos.
Porque sabemos, en el fondo que algo importante pasará en el mundo. Me alegro de ver que un cese al fuego es inminente – salió Macron lui-même a decir “Ya basta”.
Espero de corazón que esto que llaman “pausa táctica”, sirva para parar la violencia, la muerte, y rescatar a los rehenes, al menos los que están bajo suelo.
No tengo la más mínima idea de qué pasará pero entiendo que es un momento importante para que los argentinos nos hagamos escuchar.
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No tengo sangre italiana, pero puse un pie en Italia y ya estaba hablando con los taxistas, en aquel mundo que me hizo sentir que Buenos Aires era la copia de la copia: todas las comidas, los vegetales, con un sabor, una frescura jamás vista, jamás degustada (salvo el helado, que lo perfeccionamos, permítanme decir). Así como los argentinos tenemos algo de italianos, de españoles, de quechuas, de alemanes, tenemos algo de judíos: quizás sea nuestra neurosis, nuestro amor por el drama, por la discusión intelectual y nuestro amor incondicional por nuestra tierra, nuestro sentimiento de Nación: este sentimiento es tan, tan, fuerte, que hace que nos vaya “mal” (depende de cómo se lo mire, pero con votos, no botas). En fin, podríamos haber sido USA, con una diferencia: somos un pueblo de paz. En un documento de 1940 la Oficina de Asuntos Interamericanos yanqui decía lo siguiente, acerca de la rivalidad entre los ahora “buenos vecinos” yanquis y argentinos:
“Siempre existió un gran obstáculo que hizo la colaboración económica entre Argentina y los Estados Unidos más difícil que entre las demás repúblicas americanas. La razón de ello se encuentra en el hecho de que la economía agrícola argentina está en completa competencia con la de los Estados Unidos” *
Obstáculo ya felizmente superado, dice el panfleto.
Podríamos haber sido, efectivamente, Estados Unidos. El gran país del Sur.
Las elecciones del domingo despiertan pasiones, terrores y broncas, aunque a mí me despiertan más que nada desazón. Están todos cubriéndose con miedo a sus mandamases respectivos, pero ¿Qué tal si el patrón fuera a cambiar en los meses o años por venir? Milei quiere alinearse con Estados Unidos e Israel. What pass, Javier Milei? Yo no creo que vaya a ganar, pero bueno, nunca se sabe en este país tan amante del vértigo. Hay incluso hipótesis que especulan con que Milei sea una quimera fabricada por Massa : si fue para ganarle, tant pis, la verdad es que Milei anda… “desorientado”, como mínimo.
Todos lo estamos.
Pero hay que mirar más allá. No estamos aislados del mundo, ni lo hemos estado jamás.
Hay que saber escuchar la música que viene de afuera. El viento de cola nos arrastrará de seguro, pero no podemos saber aún de dónde vendrá. Quizás el arte pueda ayudarnos: es lo más parecido a un oráculo que tenemos. El único soldado israelí muerto en Entebbe, fue Yonatan Netanyahu. El hermano de Benjamin. Repasen la historia. Busquen sentido. Miren las películas. Escuchen la música. Una y otra vez. Revelan intuiciones que desconocemos.
Como dice el poeta, un hombre que no ama la música lleva el mal en su interior. Y no merece nuestra confianza.
El hombre que en su interior no tiene música ni llega a conmoverse con acordes de armoniosos sonidos, es capaz de traición, de engaños y rapiñas; los instintos de su espíritu son lóbregos como la noche, y sus sentimientos, como el Érebo, oscuros. Desconfía de ese hombre. Escucha la música.
William Shakespeare, El mercader de Venecia.
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*Office of Inter-American Affairs, Estados Unidos, Las Américas unidas. Breve informe del esfuerzo cooperativo de las repúblicas americanas desde setiembre de 1939, Washington, Office of the Co-ordinator of Inter-American Affairs, Washington D.C., 1943, p. 21.
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