La tempestad

Es difícil sufrir, pero más difícil es pensar, cuando todo se agita a tu alrededor, en el ojo del huracán, no ves nada, estás ciego. En el centro del mundo. Hoy, estamos ahí.

Con los ojos cerrados.

Hoy, quisiera abrazar al padre de nuestra ministra de seguridad.

Desde lejos se ve, un poco mejor, la cara desdibujada de nuestros antepasados.

Qué venganza, qué sacrificio, Argentina.

Qué maldición.

En los jardines de Versalles yace la raíz de un árbol centenario, caído tras una gran tormenta. Queda allí tan sólo la raíz. Los inventores del paisajismo dejaron lo feo de recuerdo. Aunque moleste a los ojos. No nos cegará la fealdad, seguiremos recordando.

Seamos sucios, feos y malos, dale. Los peores. Gordos, feos, hijos de puta. Las putas nos perdonarán. Pero sus hijos, jamás. Nunca digas nunca pero dirás: nunca jamás.

Un fantasma recorre la Argentina : el de nuestros padres, el de nuestros abuelos, el de nuestros hijos muertos en vida. Es el mismo fantasma, que dibuja su silueta en el aire, exhausto, cansado, ahogado, disuelto. Hay que ponerse a resolver algunos temitas. Hay que sentarse a escuchar. Los hijos nunca deben pagar por los crímenes de sus padres. En el país del psicoanálisis, de las historias desobedientes, algo hemos aprendido. Es nuestro aporte al mundo.

Perdón, y no olvido.

Si inventamos la terapia, si somos adictos al clonazepam, es porque somos una nación de resistentes. Hacemos lo que podemos y podemos muchísimo.

Un pueblo indecoroso, caradura, desfachatado, que va perdiendo la facha (por suerte), pero no pierde las ganas. Facha, garra y sobre todo un buen estado físico, tenemos. Benditos los argentinos campeones del mundo! Son un pueblo con Estado. Un verdadero Estado-Nación. Han sido bendecidos y ahora quieren dar vuelta la tortilla, por audaces, por locos, por traumados.

Cuidado, varón. Matarás. Y la mujer de tu prójimo, te matará quizás.

Matar un amigo, es suicida.

Es matarse a uno mismo.

O es darse un tiro en el pie. A veces es pura torpeza.

Guerras intestinas, fratricidas, nos dejaron pelados, gordos, adictos, cancerosos, colonizados, descerebrados. No tenemos un mango.

Pero agarremos el toro por las astas, y la olla por la sartén.

Hay que parar la olla.

Es lo que hacemos las mujeres.

Alto al fuego, los niños tienen hambre.