Entrevista a Eduardo Stupía

 

 “El arte te da anticuerpos que te permiten avanzar en el mundo, cualquiera sea el rumbo”

 
Conversamos con Eduardo Stupía, quien con 40 años de trayectoria se ha convertido en uno de los principales referentes del ámbito del dibujo y las artes visuales en nuestro país.
Día lluvioso en Buenos Aires. Debo encontrarme con Eduardo Stupía, el reconocido dibujante. Llego al lugar de reunión, una enorme casona en Almagro, unos minutos antes que él. Al rato, casi corriendo, llega mi entrevistado. Le pregunto si necesita tomarse un minuto para acomodar sus cosas y empezar luego, pero prefiere comenzar la entrevista ahí mismo. Habla a la velocidad de la luz, animadamente. Observándolo, noto que es una de esas personas que nunca se quedan cortas de aliento. Irradia una energía
que sorprende. La rapidez con la que habla se corresponde con el trazo vigoroso y el abigarramiento lineal que puede verse en la mayoría de sus obras. Como si
las circunvoluciones de su pensamiento, los rodeos de su habla, se tradujeran en los innumerables grafismos que plasma sobre el lienzo. Sus líneas son palabras,
aunque no podamos decodificar su significado literal. La línea piensa y también, habla.
Quisiera saber más sobre tu trayectoria y tus
trabajos ¿Siempre fue el dibujo o experimentaste con otras técnicas?
Siempre fue
el dibujo hasta que dejó de serlo. Del 72 en adelante, por unos treinta años,
estuve muy circunscripto al dibujo y en ese momento las categorías y formatos de
los lenguajes artísticos estaban muy delimitados. Hoy en día los formatos,
propuestas y técnicas están muy mezclados y uno puede encontrar cualidades
dibujísticas en distintos lugares.  Yo durante
muchos años fui un dibujante dentro del dibujo “sin tema”, porque el dibujo
siempre estuvo muy ligado a la representación. Hace 20 años, si dibujabas en la
Argentina te preguntaban “¿Qué dibujás?”, si pintabas no te preguntan qué pintabas.
Yo era, cómo decirlo… un dibujante abstracto, o de imaginación arbitraria,
aunque al principio estaba lleno de citas y de motivos que revelaban mis
obsesiones y gustos de esa época. Pero con el tiempo, por la propia evolución
del dibujo fui pasando a formatos más grandes que los del dibujo tradicional, y
acercándome más a los formatos pictóricos. Diría que del dos mil para acá, sin
darme cuenta, había caído en la pintura, no como un pintor de jornada completa
o “paleta completa”, sino por la propia
saturación, transformación y metamorfosis de elementos estrictamente pertenecientes
al dibujo. Y cuando caigo en eso veo que el propio campo ya ha cambiado. Lo
experimental tiene que ver con el momento en el que me encuentro en este nuevo
campo, podría decirse “pictórico” aunque ahora es más bien “heterogéneo” por
decirlo así. Este nuevo campo me obliga a abrir el juego de la experimentación
y ello me lleva a seguir probando nuevos materiales, algo que quizás yo no hacía
en mis primeros años.
¿Y en cuanto al método, la disciplina, la
técnica, cómo te manejás? Miro un cuadro tuyo como éste que tengo acá enfrente
y me pregunto: ¿Por dónde empezaste?
Por
cualquier lado. Empezar a dibujar en este tipo de trabajo es como empezar a
hablar. Cuando empezás a hablar no lo haces en un lugar, lo hacés desde
cualquier lado, el habla construye su lugar. La línea construye su estatuto a
partir del momento en que aparece en el plano, el plano va a cambiar de un modo
u otro en la medida en que vos ponés una primera línea que va a empezar a
crecer y ponés la segunda y esa línea va a seguir hasta el momento en que yo me
detengo, interrumpo ese primer tejido y me voy a la otra punta del cuadro y
hago otro y así sucesivamente, voy haciendo una especie de islas que se van a
ir interrelacionando paulatinamente. Ese tejido tiene que ser intrínsecamente afín
y al mismo tiempo diverso. Pero no es la diversidad por la diversidad, porque si
no es un patchwork, una antología de grafismos. Y si es demasiado uniforme es
un tejido muerto. Entonces tiene que haber un balance entre la diversidad y la organicidad
del asunto.

“Me interesa la incomodidad”

Los cuadros de
Stupía pueden distinguirse a simple vista. Su marca de autor está presente en
cada uno de sus trabajos.  Probablemente
esto se deba a que el dibujante se deja llevar por la energía de la línea, sin
miedo a los “errores”, que serán más bien algo buscado, una incomodidad
necesaria. Del error nacerá otra cosa, algo inesperado, nuevo.
Pensaba en el concepto de “defecto saliente” del
cual habla Corot, como algo que define al artista, una característica
inconsciente que puede verse en las obras y que no puede controlarse ni
ocultarse. ¿Y me pregunto, cual creés que es el tuyo?
Creo que Corot
está hablando del defecto saliente como algo dentro de una pintura de
representación, un cuadro de representación homogénea podía tener un grumo, un
punctum erróneo que cortara con la ficción de la representación, en la pintura
que simulaba no serlo y construía imágenes ficticias. Pero como lo que yo hago
es dibujar un proceso, no puedo decirte cuál es el acierto y cual el error.
Podría decirte que hay obras que me gustan más que otras. En general me gustan
más algunas que podríamos decir que son más “erróneas” en el sentido de una
hipótesis de rumbo grafico a seguir. No creo en el error como algo en lo que te
“equivocaste”, creo en la imperfección, el lenguaje grafico es siempre un
desplazamiento, aquello que no es dicho, y hay siempre una ceremonia fastuosa
para decir lo que no podés decir.
¿Y alguna característica saliente que veas en tu
obra?
En mi caso
lo saliente es el hecho de que en mis trabajos no puede encontrarse un punto
defectuoso ni un punto virtuoso. Son más bien cuadros “fenoménicos”, puede
quizás verse que en la superficie del cuadro algunas zonas hacen más o menos
ruido en relación a otras.  A mí me
interesa esa incomodidad. Ni la organicidad ni la coherencia tienen por qué ser
la entrada principal al cuadro. También tiene que proponerse una dificultad, una
situación conflictiva, una entrada a través de cierta incomodidad.
¿Para vos hay algo de terapéutico en tu trabajo?
¿O te genera angustia? Me interesa saber qué sensaciones te provoca…
Se da todo
al mismo tiempo. No es terapéutico porque no es catártico, yo tengo una
relación de apego y de distancia simultáneamente. Nunca me ha pasado que mi
energía haya cambiado tanto al dibujar como para considerarla terapéutica. Uno
es más bien haragán, cuando llegas al taller te cuesta arrancar. Aunque si uno lo
piensa, el arte es una situación bastante hedonista. Pero de todos modos la máquina
no quiere trabajar, tenés que forzar el arranque. Y cuando arrancás, la misma
máquina te va llevando y al cabo de unos minutos estás metido en un caudal de
energía que antes no existía.
De maestros y discípulos
Luis Felipe
Noé y Eduardo Stupía tienen una relación muy cercana, habiendo sido Noé el gran
maestro de nuestro artista y habiéndose forjado entre ellos una dinámica de  colaboración, enseñanza y aprendizaje que se
preserva hasta hoy. Alrededor de este vínculo surgió una profunda amistad que
derivó en muestras, proyectos curatoriales y obras realizadas en conjunto.
¿Cómo se gestó el vínculo con Noé? ¿Cómo se
conocieron?
Fue raro,
todo empezó en el 74, cuando yo iba a un taller literario y tenia de compañera
de taller a Ruth Benzacar. Y un día alguien le dice a Ruth que yo dibujaba y
ella me dijo que le llevara algunos dibujos para poner en la trastienda.
Entonces vio los dibujos Noé y me invitó a hacer una muestra con tres alumnos
de él en una exposición en la galería Arte Múltiple, allá por el 76.  Y a partir de ahí lo conocí, no fui amigo de
él inmediatamente. Ahora ya ni hablemos, hoy es para mí es un maestro como ya
no hay, es un maestro que ejerce toda la magistratura teórica y conceptual y al
mismo tiempo es como un mentor, un tipo que te critica, que te discute, que te
estimula. Además Yuyo escribió libros y cosas que son muy capitales para mi
formación intelectual en relación a lo visual.
¿Me podrías contar un poco sobre la muestra que
hicieron, “Me arruinaste el dibujo”?
La
experiencia de dibujar en un mismo plano fue como una sesión de música, donde a
veces uno tocaba el solo y a veces tocábamos al unísono. Es interesante también
como tenés que concebir al otro. Hay una disputa de egos siempre, por más
amable que sea todo. Es un entrenamiento no solo estético y perceptivo sino
también moral, tenés que tener consideración respecto a lo que el otro hace. En
esa imposibilidad de convivencia está el sentido, no en la armonía, en el
idilio.
Contame sobre tu rol docente. Vos dictas clases…
Dicto solo
en la Di Tella, tengo un solo taller que se llama “El dibujo, caja de herramientas”.
Dura tres meses. El año pasado empecé y tengo un segundo curso con aquellos alumnos
del año pasado que quisieron seguir, y un primer año con los nuevos que se
inscribieron. La docencia para mí es un escenario muy bueno no sólo de entrega
conceptual y de pedagogía para el otro sino para mí, aprendo mucho y conozco
artistas nuevos que me interesan. No tengo la suficiente energía para tener
alumnos en mi taller, me gusta la Di Tella porque es muy bueno el territorio que
ha abierto en un contexto donde la enseñanza artística está muy colapsada, y la
Di Tella te agrega una cualidad mayor de legitimación, así que me sirve
inscribirme ahí a la hora de trabajar.
¿Cuál sería, en tu opinión, la importancia de la
enseñanza artística?
El arte es
la grieta para mí, es algo que existe porque hay una herida, una escisión
insalvable, incurable, inconmensurable. Existe por una falta, no coyuntural
sino esencial, primigenia. Y la enseñanza tiene que ver con una idea más bien
del “buen samaritano”. Si alguien quiere aprender, el sentido está en el que
desea, no en el que propone. Si hay una necesidad, podemos dedicar tiempo de
nuestra vida a intentar brindar algún tipo de respuesta a esas preguntas. Yo no
apunto a formar artistas, sin llegar a desmentir las ganas de ser artistas que
mis alumnos puedan llegar a tener. Para mí, el mundo del arte es algo sano –
por supuesto está contaminado y tiene sus patologías– pero hay contaminaciones
que son nocivas y otras que te generan anticuerpos positivos. El arte te da una
coraza, te da anticuerpos que te permiten avanzar en el mundo, cualquiera sea
el rumbo.

 Publicado en El Gran Otro, versión web.

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